La administración de Trump estará marcada por un
manto de ilegitimidad electoral –lo que ya sabemos es muy peligroso-, debido al
garrafal fallo de uno de los “pesos y contrapesos” más importantes de la
democracia norteamericana; el Colegio Electoral (CE). Trump obtuvo los 270
votos electorales necesarios; sin embargo, Hillary ganó el voto popular por más de dos millones
de votos (48.2% vs. 46.3%).
Quienes desestiman esto invocan
los momentos en la historia donde el candidato ganador obtuvo menos votos
populares: Hayes (1876), Harrison (1888) y George W. Bush (2000) (dato curioso,
todos republicanos). También invocan el espíritu del CE de mantener un
equilibrio entre los estados de la Unión para que la elección del Presidente no
recaiga sólo en los más poblados. Pero, ¿en verdad cumplió con su misión este
Colegio?
Al margen de que también fue
creado para dar mayor peso a los estados del sur, que en ese entonces tenían
una gran cantidad de esclavos que no votaban, los padres fundadores de Estados
Unidos diseñaron un Colegio Electoral para elegir al Presidente de forma
indirecta, por dos razones: 1) para evitar la tiranía de las mayorías; y 2)
para que los miembros del Colegio, considerados la élite intelectual de la
época, “votaran en nombre de los ciudadanos para asegurarse de que no llegara
un tirano o demagogo al poder”.
Lo que demostró esta elección es
que este sistema indirecto, si bien evitó la “tiranía de las mayorías”, puso al
país a merced de algo peor, una tiranía de las minorías con bajos niveles
educativos. Y si, llegó un demagogo autoritario al poder.