Con
la invención de internet se creo también el mito de que éste contribuiría a
desarrollar una mejor sociedad, más democrática e incluyente. Si bien es cierto
que esta herramienta y sus diversas aplicaciones han contribuido a derrocar
regímenes autoritarios y le han dado voz a los que antes no la tenían -aunque a
muchos de éstos Umberto Eco les ha llamado “legión de idiotas”-, también lo es
que crecientemente estas herramientas son utilizadas como armas para mantener los
privilegios del poder, tanto en regímenes autoritarios como en democracias
consolidadas.
En
ese sentido, el diario británico The
Economist, en su edición del 26 de marzo, reconoce que “Así como las redes
sociales democratizan movimientos políticos, los datos que se generan también
se pueden concentrar de maneras perversas”. Por ejemplo, los datos generados a
través de Twitter permiten mapear el activismo de ciertos grupos políticos,
permitiendo su control y cooptación. Asimismo, de acuerdo con el prestigiado
diario, “el acceso a los datos también se puede concentrar en manos de empresas
privadas” al servicio de campañas políticas que tienden al espionaje y a la
manipulación de tendencias sociales.
Así
las cosas, después de todo no es tan ficticio el manejo de los algoritmos que
el perverso Frank Underwood y su contrincante realizan para espiar a los
ciudadanos y manipular tendencias electorales en House of Cards. Más aun, curiosamente al cerrar estas líneas se
difunde la confesión de un hacker que dice haber trabajado para la campaña
presidencial del PRI en 2012, precisamente espiando opositores y manipulando
las redes sociales. Quien tiene Big data
detenta Big power.
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