Se había vuelto
lugar común, concepto vacío, decir que la educación superior es indispensable
para el desarrollo democrático, social y económico de los pueblos. Pues bien,
los acontecimientos electorales recientes en el Reino Unido y en Estados Unidos
nos han mostrado que esa noción es absolutamente cierta; la educación superior
es un asunto de seguridad global, si queremos consolidar el liberalismo
democrático en el mundo.
Los británicos
que eligieron salir de la UE y los norteamericanos que eligieron a Trump son,
primordialmente, aquellos con bajo nivel educativo. En esta última elección, mientras
que alrededor del 60% de quienes no cuentan con educación superior votaron por
Trump, solo alrededor del 30% de quienes cuentan con posgrado lo hicieron
(aunque no lo crean!). Si bien existen otras variables que explican la
inclinación de los votantes, es claro que el nivel educativo tuvo un peso
importante.
La contradicción
en esto es que los Estados Unidos tienen, indiscutiblemente, las mejores
universidades del mundo. No obstante, amplias franjas de su población no han
tenido acceso a la educación superior.
Esta elección
presidencial se caracterizó por un candidato republicano que apeló al
resentimiento y al rechazo que tiene la población blanca no sólo hacia los
migrantes, sino también hacia personas racialmente distintas a ellos, es decir:
al racismo y al rechazo a la multiculturalidad. Algo que nos recuerda la
importancia que tienen las universidades en la sociedad, no solamente para proveer
de una formación profesional, sino también para la consolidación de los valores
democráticos de la libertad, igualdad, diálogo y tolerancia. Atributos no
fácilmente medibles, pero cuya ausencia tiene profundos impactos en la paz
social.
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