Tuesday, April 21, 2015

El Triunfo de la Ciudad

Más de la mitad de la humanidad vive actualmente en ciudades y para 2050 alrededor del 70% de la población habitará zonas urbanas. Lo anterior tiene importantes implicaciones para el desarrollo económico y social, y para la calidad de vida de las personas. La ciudad ha triunfado, afirma Edward Glaeser en su reciente libro del mismo nombre. Las ciudades, afirma Glaeser, “densas aglomeraciones que puntean el planeta, han sido motores de innovación desde que Platón y Sócrates discutían intensamente en los mercados Atenienses”. La gran prosperidad de Londres, Tokio y Chicago, por ejemplo, viene de la habilidad para estimular nuevas formas de pensar y de crear conocimiento.

Paradójicamente, las ciudades, donde se han dado las innovaciones que han impulsado el progreso humano, son también los principales centros de inequidad, delincuencia y discriminación. Por cada gran centro financiero y comercial de Nueva York, Paris o la Ciudad de México, existen barrios donde las personas viven por debajo del umbral de pobreza. Ese es el gran reto urbano, crear ciudades sustentables donde se potencie la innovación y se mitigue la desigualdad.

Guadalajara es la segunda metrópoli más importante del país, con las condiciones para convertirse en una ciudad global. Empero, para ello debemos potencial la innovación y la creatividad, generando mejores condiciones para un desarrollo social equitativo y ordenado. ¿Qué se necesita para que triunfe Guadalajara? Un paso fundamental es reducir nuestro marcado provincianismo y tomar decisiones basadas en la ciencia económica urbana y el urbanismo contemporáneo. Redensificación, movilidad sustentable y coordinación intermunicipal son temas en la agenda de las próximas elecciones. Esperemos que vayan en serio.    

Monday, April 13, 2015

Presupuesto base cero, ¿en serio?

Ante el complicado panorama económico nacional, principalmente dada la caída de los precios del petróleo –más del 30% del gasto público proviene de ingresos petroleros-, el Gobierno Federal anunció la restructuración del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para el 2016 con base la metodología base cero. Suena elegante e innovador, sin embargo, si el tema va en serio las implicaciones son profundas.

El presupuesto base cero significa que cada programa presupuestal debe justificar su existencia año con año, eliminando aquellos que ya no contribuyen suficientemente al bien público. Se antoja difícil, sobre todo en una lógica Weberiana donde el principal objetivo de la burocracia es sobrevivir y crecer. Así, ninguna organización o programa estará dispuesto a aceptar que se ha vuelto irrelevante –aunque muchos de ellos ya lo sean desde hace décadas.

Como siempre, el problema está en los detalles: ¿Cuál será dicha base “cero”? Paradójicamente, dicha base no puede ser cero. En realidad, existe un margen muy limitado para la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, porque la mayor parte del presupuesto ya está comprometido en gastos ineludibles tales como la deuda pública, pensiones y jubilaciones, prestación de servicios públicos en seguridad, salud, educación, etc. De acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, solo alrededor del 6 por ciento del gasto público nacional es sujeto a modificaciones. Para las universidades públicas el panorama presupuestal no es distinto, sus gastos ineludibles alcanzan entre un 90 y 95 por ciento de sus presupuestos totales.

Ante este contexto, la incertidumbre crece y Hacienda tiene la obligación de presentar los detalles cuanto antes. 

Monday, March 23, 2015

¿Cómo se financia el terrorismo del Estado Islámico?

En occidente, tendemos a pensar en los terroristas como hordas de individuos irracionales, salvajes y hasta ignorantes. No tengo elementos para especular sobre el nivel socio-cultural de estos grupos, pero si los hay para afirmar que son organizaciones sofisticadas desde el punto de vista financiero. Tomemos como ejemplo a la organización criminal quizás más peligrosa e influyente en la actualidad, el Estado Islámico, considerado por analistas como el grupo terrorista mejor financiado de la historia.
     
El Estado Islámico de Irak y al-Sham (ISIS por su sigla en inglés) es un grupo que controla grandes zonas al noroeste de Irak y noreste de Siria, con una influencia territorial de aproximadamente 30,000 kilómetros cuadrados –equivalente al territorio de Bélgica. ISIS, a diferencia de otras organizaciones terroristas, ha desarrollado un sistema de financiamiento altamente eficiente que prácticamente no depende de donaciones para sobrevivir. Así, el grueso de sus recursos provienen de dos fuentes: los ingresos petroleros y el sistema de “impuestos” y extorsiones que han establecido en zonas bajo su control.

ISIS mantiene campos petroleros en Irak y Siria los cuales, según el diario The Economist, generan alrededor de $2 millones de dólares diarios. Por otra parte, según Fawaz Gerges, especialista en Estudios Contemporáneos de Oriente Medio en la London School of Economics, el Estado Islámico controla los servicios de agua y electricidad en amplias zonas de influencia, por los cuales ha establecido impuestos y derechos a los ciudadanos,  agricultores y a negocios minoristas. De acuerdo a Brett McGurk, funcionario de gobierno estadounidense, el cobro de servicios, la extorsión y el contrabando le generan al grupo alrededor de $412 millones de dólares mensuales. 

Así pues, ISIS es una organización muy bien aceitada financieramente -que paga sueldos de aproximadamente $400 dólares al mes a sus más de 25 mil soldados-; por ello, no sorprende la resiliencia de este grupo terrorista ante los embates de la coalición militar liderada por Estados Unidos. Además de las bombas y los drones, se requiere más inteligencia financiera para derrotarlos. Como decía el ex presidente Bill Clinton, es la economía, estúpido.  

Tuesday, March 17, 2015

Peña Nieto y Underwood

Frank Underwood, el astuto presidente norteamericano en la popular serie House of Cards, cae en desesperación al ser rechazado unánimemente por su partido para postularse en las elecciones presidenciales de 2016 (ocupa la presidencia sin haber sido electo, ante la defenestración de su predecesor). Después de maniobras infructuosas por restablecer el apoyo de los líderes del partido y de tratar de doblegarlos, Underwood tiene un flashazo de sabiduría y sensatez reconociendo que “en política no se puede ir en contra de las leyes de la física”, que ante fuerzas superiores es mejor navegar a favor de la corriente.

El presidente Peña Nieto, después de contraproducentes maniobras mediáticas para tratar de cambiar la percepción nacional sobre los excesos de su gobierno -y en general de la clase política nacional-, parece haber tenido también un momento de sensatez en su reciente visita al Reino Unido. Ante el Financial Times aceptó que en México priva una sensación de “incredulidad y desconfianza”, por lo que debemos “reconsiderar hacia donde nos dirigimos” como gobierno. Deja pues de desafiar las leyes de la física y se monta en la ola social, reconociendo que el problema es la corrupción y la falta de credibilidad.


Buena decisión, sin embargo, no es suficiente una declaración acertada sin acciones contundentes. Coincido con el presidente cuando afirma que “no todo está perdido en su sexenio, que aún se pueden dar resultados”. Sin embargo, ningún resultado será válido para la sociedad si no representa un ataque frontal a la corrupción, incluyendo investigaciones y detenciones de alto impacto. En sus manos está que la Casa Blanca quede atrás.  

Monday, March 9, 2015

El “free lunch” y la reforma educativa superior en Chile

A nivel global, generalmente hay una inadecuada interpretación del concepto “gratuidad”, pensando que lo gratuito significa que nadie paga por un servicio público. No hay tal, todo servicio cuesta, la cuestión es quién y como se paga. Ello viene a cuento por el proyecto de reforma en la educación superior chilena, quizás la más ambiciosa en ese nivel educativo del presente siglo. La premisa es simple: hacer la educación superior gratuita para todos, en un modelo que tradicionalmente ha compartido costos entre el sector público y el privado (alrededor de 30 y 70 por ciento, respectivamente).

No podemos estar en desacuerdo con la política de que los jóvenes puedan tener acceso a la educación superior de calidad sin necesidad de pagar y, en muchas ocasiones, endeudarse para ello. El problema es más pragmático, ¿cómo va a sostener el Estado Chileno un sistema educativo superior que representa el 2.5 por ciento del PIB del país? (México invierte alrededor del 1 por ciento del PIB en educación superior, incluyendo la inversión privada). Asimismo, hay que preguntarse si Chile podrá mantener los estándares de cubertura y calidad que tiene sin el apoyo sustantivo del sector privado.

De acuerdo con la OCDE, en 2013 Chile tenía 74.1 por ciento de cobertura en educación superior (acceso universal) y casi el doble de la cobertura promedio de Latinoamérica y el Caribe, del 42.8 por ciento (México tiene 29.4 por ciento). En cuanto a calidad, según el ranking QS 2014, Chile ha mantenido a 15 universidades entre las mejores de América Latina y tiene a la universidad mejor posicionada, la Pontifica Universidad Católica de Chile.  

Volvamos al meollo, ¿quién va a pagar por dicha gratuidad? Hay una reforma fiscal en marcha que aumentaría la recaudación en 3 puntos del PIB, unos $8,200 millones de dólares. Sin duda extraordinarias intenciones, pero el gobierno chileno debe garantizar una reforma educativa coherente y sostenible en el largo plazo, con claridad sobre el costo para el erario público. De otra manera Chile se convertirá de a poco en otro Estado populista. 

Tuesday, March 3, 2015

AHELO y el mito de los rankings universitarios



Los rankings universitarios internacionales no miden el desempeño académico sino la riqueza financiera las universidades y de sus respectivos países. Así, Estados Unidos concentra 31% de la capacidad económica mundial y acapara 52% del Top 100 de las mejores universidades del mundo según el Academic Ranking of World Universities (ARWU). También hay una relación muy estrecha entre la capacidad económica del Reino Unido, Alemania, Francia, Australia y Canadá y el número de universidades que se han colocado entre las mejores del mundo. Se da pues un circulo virtuoso -o mejor dicho efecto Mateo- entre el desarrollo económico y el prestigio académico.

No obstante, poco a poco cae el mito de que ser una universidad rankeada en el TOP 100 significa que los estudiantes desarrollan habilidades y aprendizajes de alto nivel. Por ejemplo, de acuerdo con un análisis realizado por Richard Arum y Josipa Rosksa en universidades norteamericanas, en una muestra de alrededor de 2,300 estudiantes de pregrado en 24 instituciones, después de dos años de estudios 45% no demostró una mejora significativa en una serie de habilidades tales como el pensamiento crítico, el razonamiento complejo y la escritura. Algo está pasando, o dejando de pasar, en las aulas universitarias; algo que escapa al escrutinio de los rankings tradicionales, obsesionados con el número de premios Nobel y los presupuestos para investigación.

En ese contexto, la OCDE impulsa desde hace algunos años un proyecto muy trascendente llamado AHELO (Assessment of Higher Education Learning Outcomes), que busca medir los resultados de la enseñanza y el aprendizaje universitarios. La premisa es comprobar mediante pruebas estandarizadas qué es lo que saben y son capaces de hacer los graduados universitarios en una escala internacional, independientemente del prestigio de la universidad. Desafortunadamente, el avance del proyecto es lento y su futuro incierto. La razón parece obvia y a la vez desconcertante: hay temor de diversas universidades -y sus respectivos países- que con AHELO pierdan su posición y su misticismo como las mejores universidades del mundo. Esta prueba alteraría la economía política de la educación superior, de ahí que probablemente no prospere.

Wednesday, May 2, 2012

El Club de los Ex-Presidentes

“Queremos que tengas éxito.”

George W. Bush a Barack Obama, a nombre del grupo de ex presidentes, el día de su toma de posesión como presidente de los Estados Unidos de América.


Circula un muy interesante libro de Nancy Gibbs y Michael Duffy, denominado The Presidents Club*, en el que se da cuenta de un ritual de la presidencia norteamericana, aparentemente secreto, donde los ex-presidentes, independientemente del partido político al que pertenezcan, se elevan sobre sus diferencias ideológicas y personales para apoyar al inquilino en turno de la Casa Blanca a guiar con éxito el destino de la nación más poderosa del mundo. En esta obra, Gibbs y Duffy narran a detalle cómo el presidente de aquel país cuenta con el apoyo personal, y casi incondicional, de sus predecesores para navegar con éxito en las aguas burocráticas y políticas de Washington D.C. Esto, a través de la formalización de una “sociedad,” sin duda selecta, integrada por los hombres que han gobernado aquel país desde tiempos de Dwight Eisenhower, creada a iniciativa del ex-presidente Herbert Hoover.

De acuerdo con los autores, la lógica para crear una sociedad con tal membrecía es que solo un ex presidente sabe lo que significa sentarse en el escritorio de la Oficina Oval (The Big Desk), y tomar decisiones que afectan hasta el último rincón del planeta. Esta lógica es impecable y pragmática, e implica poner a disposición del presidente entrante, como “novato” que es, el capital intelectual, social y hasta emocional de sus predecesores, de manera directa y personal. Es sabido que Obama hizo dos llamadas clave antes de enviar a los Navy Seals a Pakistán por Osama Bin Laden, una a Bush Jr. y otra a Bill Clinton, para conocer sus opiniones y recomendaciones. Tampoco es secreto que Bush Jr. utilizó los buenos oficios diplomáticos de Clinton y de Jimmy Carter para solucionar conflictos de carácter internacional, y hasta para pulir sus discursos y afinar su oratoria (esto último no lo logró, por supuesto).

Estos pactos de colaboración, que reflejan alta civilidad democrática y pragmatismo puro, tienen al menos dos precondiciones de carácter institucional. Una es que los presidentes, una vez que acceden al poder, automáticamente eleven sus lealtades a la institución de la presidencia, por encima de sus lealtades partidistas. En otras palabras, que una vez sentados en la silla el “amor” por su país supere al “amor” por su partido político. Otra condición, vinculada estrechamente con la primera, es que la alternancia sea vista con naturalidad. En países con democracias consolidadas, no existe una estructura de incentivos para que un presidente busque por todos los medios tener un sucesor afín, o “delfín,” como ha sucedido en nuestro país. Por ejemplo, en el vecino país del norte en los últimos 35 años ha habido tres presidentes demócratas y tres republicanos, por lo que la “puerta revolvente” del poder funciona eficazmente.

Lo anterior contrasta drásticamente con la realidad de la política Mexicana, donde pareciera que la institución de la presidencia está subordinada a la institución del partido político. Así, da la impresión de que los presidentes y ex presidentes primero son priistas o panistas y después son líderes políticos de la nación. Ello, en buena parte, impide que haya continuidad en políticas públicas clave para el desarrollo nacional, y que aquellos que han ocupado la “silla del águila” pongan a disposición de sus sucesores su experiencia y buenos oficios para lograr las metas del gobierno en turno, independientemente del partido politico del que éste provenga.

Sin duda, los mandatos y legados de los ex presidentes de México –como de cualquier otra nación- pueden ser controvertidos y debatibles, sin embargo, ese no es el punto. De lo que se trata es de generar mecanismos institucionales para que la experiencia personal acumulada de quienes han gobernado el país sirva a los nuevos mandatarios. Ello contribuiría a fortalecer la institución presidencial y a evitar hierros altamente costosos, sobre todo cuando son resultado de la inevitable “novatez” los presidentes entrantes. En ese sentido, la experiencia norteamericana, con el citado “club de ex presidentes,” resulta muy relevante como caso de estudio. Desafortunadamente, para replicarse por estos rumbos, primero sería necesario que los presidentes salientes genuinamente desearan que a su sucesor o sucesora, y por tanto al país, le vaya bien.


*The Presidents Club, de Nancy Gibbs & Michael Duffy. Simon & Schuster Inc. (2012).