Monday, April 13, 2015

Presupuesto base cero, ¿en serio?

Ante el complicado panorama económico nacional, principalmente dada la caída de los precios del petróleo –más del 30% del gasto público proviene de ingresos petroleros-, el Gobierno Federal anunció la restructuración del Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para el 2016 con base la metodología base cero. Suena elegante e innovador, sin embargo, si el tema va en serio las implicaciones son profundas.

El presupuesto base cero significa que cada programa presupuestal debe justificar su existencia año con año, eliminando aquellos que ya no contribuyen suficientemente al bien público. Se antoja difícil, sobre todo en una lógica Weberiana donde el principal objetivo de la burocracia es sobrevivir y crecer. Así, ninguna organización o programa estará dispuesto a aceptar que se ha vuelto irrelevante –aunque muchos de ellos ya lo sean desde hace décadas.

Como siempre, el problema está en los detalles: ¿Cuál será dicha base “cero”? Paradójicamente, dicha base no puede ser cero. En realidad, existe un margen muy limitado para la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, porque la mayor parte del presupuesto ya está comprometido en gastos ineludibles tales como la deuda pública, pensiones y jubilaciones, prestación de servicios públicos en seguridad, salud, educación, etc. De acuerdo con el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas, solo alrededor del 6 por ciento del gasto público nacional es sujeto a modificaciones. Para las universidades públicas el panorama presupuestal no es distinto, sus gastos ineludibles alcanzan entre un 90 y 95 por ciento de sus presupuestos totales.

Ante este contexto, la incertidumbre crece y Hacienda tiene la obligación de presentar los detalles cuanto antes. 

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