Monday, May 30, 2016

Venezuela, ¿Estado Fallido?

A mi querido Noli

La tesis del Estado fallido tiene como principal candidato contemporáneo a Venezuela. La caída de los precios del petróleo y la negativa del gobierno venezolano para cambiar el rumbo económico y político han provocado el colapso del país. La economía venezolana se contrajo, tan solo en 2015, el 5.7% y se prevé que esto empeore en este año; dos terceras partes de los productos básicos escasean y la hiperinflación es, según del Fondo Monetario Internacional, mayor al 700% (se proyecta de 2,200% en 2017). A esto se suma la que durante el primer trimestre de 2016 el gobierno vendió 16% de las reservas de oro del país (1,700 millones de dólares) como medida para hacerse de recursos y enfrentar la crisis.

Si las cosas están mal, cuidado, porque se pueden poner peor. El presidente Nicolás Maduro ha decretado un Estado de Excepción, firmado en enero y cuya extensión hasta julio ha sido declarada como constitucional por el Tribunal Supremo de Justicia. Este decreto lo faculta para dictar leyes sin necesidad del legislativo y le da poderes especiales para el control de las fuerzas de seguridad.

El principal aliado del pueblo venezolano es el tiempo. La caída de Maduro y su régimen militar son inevitables, pero mientas más tiempo duren en el poder más compleja será la reconstrucción. En estos momentos es cuando se requieren liderazgos y decisiones de Estado; una tregua entre élites políticas y económicas para, primeramente, estabilizar y evitar un hundimiento aún mayor. Después de todo, no es conveniente para ninguna fuerza política ganar el poder sin un país viable que gobernar. 

Monday, May 9, 2016

El discurso en la política

Los discursos políticos son herramientas muy poderosas para comunicar una idea o fijar una postura. Tanto en las campañas electorales como en el gobierno, representan el principal instrumento para que, en términos de Patricia Dunmire y otros estudiosos del discurso, los políticos logren obtener o afianzar la legitimidad y autoridad necesarias para lograr sus objetivos. Un discurso tiene el solo objetivo de transmitir un mensaje claro y contundente; si no hay mensaje no hay discurso.

Como ejemplo de grandes políticos en cuyos discursos siempre hubo sustancia y elocuencia, podemos pensar en los clásicos Franklin D. Roosevelt, Charles de Gaulle,  Winston Churchill y otros contemporáneos como Bill Clinton, Felipe González, Tony Blair y por supuesto, Barack Obama. Tampoco olvidemos los fuertes discursos de Luis Donaldo Colosio, donde al grito de “reformar el poder” se comprometía a renovar el régimen.

Sin parecer nostálgico, en la actual clase política mexicana francamente se extrañan los discursos que, efectivamente, comuniquen un mensaje claro, contundente y profundo. La pose y la forma poco a poco han sustituido a la sustancia y a los conceptos. Frases huecas como “de que se puede se puede” (¿en serio este es el mensaje?), “vamos al despeñadero”, “renovaremos el tejido social”, “vamos a respetar las instituciones”, “llegaremos hasta las últimas consecuencias”, y un largo etcétera pululan en los discursos de nuestros hombres y mujeres de Estado.

El lenguaje de la política se ha devaluado y con él los contenidos que muestren posturas y rumbos claros sobre los problemas públicos. Si usted amigo lector es político, resista la tentación de hablar mucho sin decir absolutamente nada.