Monday, August 22, 2016

La política de los técnicos

En política pública (policy) no hay decisión puramente técnica, quien así lo afirme probablemente pretende maquillar una agenda política (politics). En un mundo ideal, primero se realizaría la investigación científico-técnica y, de lo que resulte, se implementaría una política racional y neutral. No obstante, la realidad es necia y, generalmente, la relación causal es inversa: primero se toma una definición política y después se busca la justificación técnica.

La socióloga Dorothy Nelkin, en su estudio “El impacto político del conocimiento técnico”, argumenta que los científicos pasaron a ser indispensables para los temas de política pública, pues “su conocimiento es extensamente considerado como una fuente de poder”. La autora explica cómo la técnica refuerza la idea de la elección racional para tomar decisiones, como “un medio para defender la legitimidad de decisiones específicas”. Nelkin aborda dos casos donde decisiones impopulares tratan de justificarse por medio de expertos: una planta de energía nuclear en el estado de Nueva York y una nueva pista de aterrizaje para el aeropuerto de Boston. En ambos casos, el conflicto político transitó de la arenga a los informes técnicos contradictorios.

Ejemplos en México los hay en abundancia, para muestra un botón: El ya tristemente célebre tiradero de Cocula, donde hay evidencia científica sobre la existencia de fuego y sobre la falta del mismo; así como el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, donde se argumenta técnicamente tanto su viabilidad como su inoperancia. En ambos casos hay “ciencia” a la carta.


Al final del día, cualquier decisión pública es más justificable cuando resulta de un algoritmo matemático o de un focus group.

Tuesday, August 16, 2016

El Brexit y la academia

La incertidumbre sobre el futuro del Reino Unido ha alcanzado a la academia. Pertenecer a la Unión Europea conlleva que los estudiantes de los diversos países que la integran paguen una colegiatura menor que otros estudiantes internacionales. Así, un ciudadano europeo paga alrededor de 9 mil libras esterlinas anuales para un programa en el Reino Unido, mientras que las colegiaturas para ciudadanos no europeos pueden ir desde las 16 mil libras para un programa en artes, hasta las 32 mil para programas de medicina.

Además, los profesores de la Unión Europea tienen acceso a fondos nada despreciables como Horizon 2020, con una bolsa de 80 mil millones de euros para 2014-2020. En un ejemplo de lo que viene, el periódico The Guardian reporta que autoridades universitarias europeas han pedido a científicos británicos que desistan de sus aplicaciones para estos programas, debido a que muy pronto ya no serán parte del club. Ante esto, ha surgido la alarma en las universidades británicas por el temor a perder estudiantes y financiamiento; asimismo, la incertidumbre permea en los estudiantes europeos en el Reino Unido, que perderían el subsidio que los llevo a estudiar ahí en primer lugar. Fiel a la irracionalidad del Brexit: todos pierden.

En este panorama sombrío, Theresa May deberá tejer fino en las negociaciones de salida, evitando que la debacle política en que se metieron gratuitamente los británicos represente un retroceso en el desarrollo de sus prestigiadas universidades y, por ende, en el avance científico y tecnológico de Europa.

Las universidades británicas necesitan afecto, México debe aprovechar la oportunidad para estrechar lazos.