Monday, October 17, 2016

Policymaking, populismo y democracia

Recientemente, los mecanismos de consulta directa sobre temas de gran impacto han dado mucho de qué hablar. Los sendos referéndums para el Brexit en Reino Unido y para los acuerdos de paz en Colombia han sido polémicos por sus resultados. En ambos casos se dio el mismo supuesto: decisiones previamente tomadas por las élites del policymaking, racionales y analizadas a fondo, fueron sometidas a legitimación donde se asumía que el pueblo las avalaría contundentemente.

Ocurrió lo que pocos anticipaban. Desafiando todas las encuestas y previsiones de las élites, los británicos votaron por salir de la UE y los colombianos por el “no” a la paz.     

Como lo plantea Kaplan en su libro The Myth of the Rational Voter, el problema con someter a consulta decisiones trascendentes y especializadas es que los votantes carecen de incentivos para informarse a detalle sobre las implicaciones de las mismas. Un taxista en Liverpool no tiene los incentivos ni el tiempo para analizar las variables macro-económicas y la letra chiquita de los tratados entre la UE y el RU, como para decidir de manera informada.

Precisamente para tomar este tipo de decisiones complejas es que las democracias eligen y legitiman a gobiernos especializados.


Ahora bien, aunque no es una consulta populista sino una elección constitucional, el caso norteamericano viene a cuento. Es profundamente peligroso someter a la votación popular de masas poco informadas a un candidato que, paradójicamente, pondría en riesgo la existencia de la democracia misma. Quizás anticipando a los candidatos “Trump”, los fundadores de EEUU establecieron mecanismos de democracia indirecta, por medio de votos electorales. No vaya a ser.