Monday, September 26, 2016

Corrupción, cultura e incentivos

La corrupción es un fenómeno que existe desde los inicios de la civilización. Disciplinas como la ciencia política, la sociología y el derecho se han encargado de estudiarla exhaustivamente. Definirla es simple: el abuso del poder -casi siempre público- para obtener ganancias privadas. Combatirla no es tan simple, pues esto pasa por definir en primer lugar, ¿por qué las personas tienden a ser corruptas? ¿es efectivamente un problema cultural o uno institucional?

La postura más simplista y que invita a quedarnos de brazos cruzados es la tradicional afirmación de que “la corrupción es un problema cultural.” Es decir, hay algo inherente a la mexicanidad que nos hace abusivos del poder; en otras palabras, somos corruptos porque somos mexicanos… Llevado al extremo, esta afirmación llega a tener connotaciones de audacia (el que no transa no avanza, un político pobre es un pobre político, etc.). Aun más lamentable y cínica es la afirmación “la corrupción somos todos”, como si el ciudadano común tuviera la responsabilidad y las herramientas (el poder) para resolver los problemas públicos. No, para eso existe el gobierno democráticamente electo.

Hay otra visión para entender la corrupción, ésta si basada en teoría. La corrupción es un problema de incentivos. Académicos como Rose-Ackerman o Montinola y Jackman ejemplifican esta posición con una ecuación simple: Abusar del poder público depende del costo-beneficio. Si el beneficio de violar la ley es alto y la probabilidad de ser descubierto y castigado son mínimas, hasta los suizos serian altamente corruptos. En esta visión, un aspecto clave para acotar la corrupción es el cambio tecnológico. Abordaremos este tema en la siguiente entrega. 

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