Monday, January 11, 2016

Chile y la gratuidad en la educación superior

El 23 de diciembre de 2015, ya entrado el espíritu navideño, el Congreso de Chile aprobó una ley de gratuidad para la educación superior. La conocida como ‘ley corta’, aunque avance importante, no es una victoria permanente para la presidenta Michelle Bachelet dado que solo implica un sistema de financiamiento con alcances para 2016. No obstante, su aprobación representa un cambio radical en el paradigma educativo y político chileno, que durante décadas consolidó un sistema terciario de alta calidad y cobertura basado principalmente en políticas de mercado.  

El debate sobre la gratuidad de la educación superior en Chile tiene implicaciones muy importantes a nivel global. En pocas palabras, lo que intenta hacer Chile parece ir en contra de las tendencias globales de la educación terciaria. En la mayor parte de los países, incluida la China socialista, la deseable masificación de la educación superior (tasas mayores al 50% de cobertura) hace indispensable buscar mecanismos para que el financiamiento público a las universidades sea complementado con fuentes alternativas de sostenimiento, ya sea a través de la vinculación con el sector productivo o bien por medio de contribuciones directas de las familias.

Esta tendencia de “costos compartidos” no es producto de una ideología Friedmaniana sino de un contexto muy concreto: no hay sistema público capaz de financiar la masificación de la educación superior y a la vez mantener altos estándares de calidad. En este complejo contexto, el experimento chileno es muy relevante.

Sobremesa

Acá en México, hay que estar atentos a la resolución de la Suprema Corte en materia precisamente de gratuidad en la educación superior. 

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