La clase política británica está completamente
desfasada del sentir de sus ciudadanos. Primero, hace alrededor de dos años
David Cameron, entonces Primer Ministro (PM) del Reino Unido (RU), convocó a
referéndum sobre la permanencia o no del RU en la Unión Europea, pensando que
los británicos de una vez por todas iban a mostrar su apoyo al proyecto
europeo. El resultado ya lo sabemos: ganó el Brexit.
En una coyuntura similar, Theresa May, actual
Primera Ministra, convocó anticipadamente a elecciones parlamentarias para
lograr un “gobierno fuerte y estable” de cara a las negociaciones del Brexit que comenzarán el 19 de junio. El
resultado fue un descalabro mayor para ella y su partido, no solo no arrasó
como esperaba sino que perdió 12 escaños en el parlamento y tendrá que recurrir
a una coalición con el Partido Unionista Democrático de Irlanda del Norte para
formar gobierno. El gran ganador de esta elección fue Partido Laborista
liderado por Jeremy Corbyn, que obtuvo 26 escaños más que en la elección
anterior.
Estos
resultados pueden explicarse en parte por la falta de liderazgo de May, pero
también son un reflejo del arrepentimiento de los Brexiters, decepcionados con
las implicaciones de la salida del Reino Unido del bloque europeo. Una buena
parte de la población dejó de sentirse representada por el neo-nacionalismo que
fervientemente prometió un Reino Unido “más próspero e independiente”, con
argumentos endebles y sin un plan convincente. ¿Recuerdan a Nigel Farage, uno
de los campeones del Brexit? Pues perdió su escaño en el parlamento.
Así pues, las falacias del
neo-nacionalismo caen más temprano que tarde. Seguramente los estadounidenses
también comienzan a sufrir la cruda, pero ellos no pueden llamar a elecciones
anticipadas.