Hace algunas semanas pasó algo inesperado y atípico en
la historia de este país amante del fútbol: una huelga de árbitros detuvo los
partidos de primera división debido a que dos árbitros fueron agredidos por
jugadores y consideraron como insuficientes las sanciones aplicadas a estos
últimos (8 y 10 partidos).
Fue inesperado por qué la huelga inició de manera
fulminante a unos minutos de comenzar el primer partido de la semana, por un grupo
reducido de árbitros inconformes y echados para adelante. No solo el castigo a
los jugadores era ridículo sino que se había alterado la cédula donde los
árbitros agredidos habían reportado los incidentes; un día común y corriente en
el mundo del futbol o en cualquier ministerio público, donde el prepotente
agrede, manipula y humilla a la autoridad (para ejemplos recomiendo el libro Mirreynato de Ricardo Raphael).
Lo atípico del asunto es que sorprendentemente se
resolvió al prevalecer el Estado de Derecho de manera expedita y ejemplar: la
Comisión de Apelaciones de la Federación Mexicana de Fútbol (FMF) falló en
favor de dichos árbitros y suspendió por un año a los jugadores involucrados. Si,
como lo leen: El futbol dio cátedra de lo que representa corregir una decisión y
mostrar, por una vez, que en un Estado de Derecho un jugador no puede ser más
poderoso que un arbitro.
Quizás tuvo que intervenir la SEGOB para doblar las
manos a los dueños del futbol y aplicar el castigo adecuado a los jugadores,
pero la lección queda. Ojalá estos ejemplos se reprodujeran en otros ámbitos
más relevantes para la vida nacional, como en el INE o el IFETEL.
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