Los primeros 100 días de un presidente son un umbral
simbólico para marcar la dirección y las nuevas políticas del gobierno, una
especie de muestra para anticipar lo que vendrá. Los primeros 100 días de Trump
se pueden resumir en tres palabras: Desorden, incertidumbre y desconfianza.
Desorden en el gabinete y en la estrategia de
comunicación de la Casa Blanca; incertidumbre sobre la ideología que “guía” las
decisiones; y una creciente desconfianza en la capacidad de Trump y su gabinete
para dirigir los destinos de la potencial global. La de Trump no es una
presidencia pragmática, sino una presidencia caótica, sin brújula.
La iniciativa de ley para revocar el sistema de salud
de Obama (“The Affordable Care Act”), como una de las principales promesas de campaña
de Trump, representó una derrota humillante en el Congreso ya que tuvo que ser
retirada por falta de apoyo republicano. Otra de las grandes promesas de
campaña, el muro fronterizo, es también una gran incógnita porque no hay
acuerdo sobre sus costos y su efectividad.
Pero el gran regalo que el Congreso le podría dar a
Trump por sus primeros 100 días es el cierre del gobierno por la no aprobación del presupuesto. Si no se
llega a un acuerdo entre demócratas y republicanos antes del 29 de abril, todos
los servicios “no esenciales” del gobierno serían suspendidos hasta que dicho
acuerdo se logre, lo que sería desastroso para la ya debilitada presidencia de
Trump. Confucio decía que para gobernar se requieren tres cosas: Armas, comida
y confianza de la gente. Esta última se le erosiona a Trump rápidamente.
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