Vivimos tiempos
complejos y definitorios para el futuro de la civilización. Grandes democracias
liberales, sobre todo la estadounidense, se ven amenazadas por tendencias
populistas y el repunte de las ideologías sectarias que promueven la xenofobia,
el racismo, el proteccionismo y el miedo. Una institución inmediatamente
afectada es La Universidad.
La retórica
del gobierno norteamericano niega abruptamente los ideales de La Universidad,
entendida ésta como universalidad; universalidad de visiones, creencias,
métodos y verdades. Estas tendencias van en contrasentido de la globalización e
impiden el desarrollo de una visión inter y multicultural que facilite la
convivencia en un mundo complejo, dinámico e interconectado. No el mundo de
Trump, por supuesto.
Al
seno de las universidades norteamericanas hay mucha preocupación. El reporte Open Doors muestra que en el ciclo 2015-2016
había poco más de 1 millón de estudiantes internacionales en Estados Unidos de
América (EUA). Estos estudiantes han contribuido, sin duda alguna, al
desarrollo científico y a la innovación en un sinnúmero de áreas de la economía
y la sociedad. Una pregunta ronda el pensamiento de los rectores en EUA: ¿Cómo
se verían sus universidades en 10 años si las tendencias proteccionistas y
xenófobas lograran su cometido?
La
prueba de fuego sobre la des-internacionalización de la educación superior
norteamericana es el futuro de la orden ejecutiva DACA, que protege a alrededor
de 1 millón de jóvenes estudiantes indocumentados que llegaron a EUA cuando eran
niños o adolescentes. Si este acuerdo es derogado implicaría la deportación
masiva de estos jóvenes y el primer paso para desmontar el liderazgo global de
las universidades norteamericanas. No sería pues un balazo en el pie, sino un
suicidio.
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