Desde finales del siglo pasado la
revolución de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TIC´s) ha
representado una promesa de transformar la educación superior denominada
“tradicional”. Con la educación en línea, se nos ha dicho, se puede hacer
accesible la educación a millones de personas en cualquier rincón del planeta,
sin necesidad de que asistan a un aula de clases. El argumento es un tanto
extremo. La evidencia indica que ni la educación en línea ha materializado los
beneficios esperados –sobre todo por los altos índices de deserción- ni las
universidades tradicionales están en declive, todo lo contrario.
La clave está en reconocer que la gran
tecnología de la educación tradicional, vigente desde el Siglo XIII, son las interacciones académicas, tanto con
pares como con mentores. Estas interacciones, difícilmente replicables en el
modelo online, son fundamentales para desarrollar el pensamiento crítico, la solución
de problemas complejos, el trabajo en equipo y la creatividad, entre otros
aspectos.
En ese contexto, se está dando un
interesante movimiento que combina lo mejor de la tecnología con lo mejor de la
educación tradicional. En las llamadas “escuelas al revés” (flipped schools), los alumnos en lugar
de estudiar en las aulas y hacer sus tareas en su casa, estudian en casa –o en
el café- a través de plataformas interactivas (ej. MOOC´s) y van a la escuela a
discutir las lecciones y resolver problemas, guiados por un mentor. Este modelo
“al revés” tiene un gran potencial para la educación superior, aprovechando las
TIC´s y los ecosistemas de interacción presencial de las universidades.
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