Según el economista
Richard Florida, el factor más importante para la creatividad es la gente, no
la infraestructura ni las leyes. Para la generación de ecosistemas innovadores
lo importante, dice Florida, es reunir masas críticas de gente creativa
conviviendo cotidianamente. Dos ejemplos paradigmáticos dan sustento a esta
teoría: el Valle del Silicón y la Ciudad de Boston. En ambos casos, gente
creativa de todo el mundo convive alrededor de espacios de socialización académica
y en torno a universidades de alto prestigio. No es casualidad que en estos dos
centros de innovación se generen buena parte de los inventos que están
redefiniendo la economía y la sociedad.
¿Se puede generar un
ecosistema innovador en México? Sin duda es posible; la Ciudad de México, Monterrey
y Guadalajara tienen el potencial de convertirse en ciudades creativas
globales. Veamos algunas cifras. Jalisco tiene una matrícula universitaria de
258 mil estudiantes, 116 mil de los cuales se concentran en seis universidades de alto prestigio en
la ZMG. Claro, el que exista esta concentración de estudiantes no garantiza el
desarrollo de un ecosistema innovador, para ello se requieren políticas
públicas que promuevan la interacción cotidiana de estos jóvenes, alrededor de
temas de interés para la solución de problemas locales y globales.
Una de estas políticas es
el impulso de espacios públicos y de discusión para jóvenes universitarios,
donde puedan compartir sus ideas sin temor a la crítica. El Cambridge Innovation Center (CIC) y el Campus Party, por ejemplo, son
iniciativas dignas de multiplicar. No hay que darle muchas vueltas, sin un genuino
ecosistema innovador universitario la Ciudad Creativa Digital será solo un buen
propósito.
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