El mes pasado
Hillary Clinton anunció su muy esperada nominación a la candidatura demócrata a
la Casa Blanca. Según una reciente encuesta del New York Times/CBS News, 52 por
ciento de los norteamericanos la apoyarían porque consideran que comparte sus
mismos valores, aunque también hay un amplio sector de votantes que cree que no
es digna de confianza. Sin duda el poder desgasta y Hillary lo ha tenido desde
hace de tres décadas.
Empero, independientemente
de filias y fobias 2 de cada 3 votantes creen que ella es una buena líder. Mas
aun, en mayo, el promedio de las encuestas
muestran que Clinton supera ampliamente a los principales ocho candidatos
republicanos. Así pues, solo un grave
yerro mediático o bien un escandalo político le arrebatarían la presidencia del
país más poderoso del mundo.
Por
otro lado, Obama parecer estar haciendo lo propio para asegurar su legado y la
continuidad demócrata en la Casa Blanca, a través de Hillary. Sus recientes
ordenes ejecutivas que han promovido la regularización migratoria de millones
de inmigrantes hispanos y la flexibilización del embargo cubano, tienen un
fuerte contenido electoral. Baste recordar que en 2008, 67 por ciento de los latinos votaron por
Obama y en 2012 casi el 70 por ciento impulsaron su reelección.
El escollo que parece tener Hillary es la potencial
candidatura republicana de Marco Rubio, joven y pragmático senador de
ascendencia cubana con ideología de derecha mesurada. Paradójicamente, el
principal aliado de Hillary es el Tea
Party, que obligaría a Rubio a radicalizar sus posturas para ganar la
elección interna republicana, haciéndolo inviable para llegar, por ahora, a la
Casa Blanca.
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