Generalmente, cuando se habla de innovación se
piensa en la venta de nuevos productos, el desarrollo de nuevos servicios y el
emprendimiento de nuevos negocios. Esta es una visión muy tradicionalista en la
cual el objetivo último de la innovación es la ganancia personal, el profit. En esta visión, una innovación
solo sería rentable si tiene los suficientes clientes potenciales para hacer
rico a su creador.
No obstante, existe un tipo de innovación que no
está sujeta a las leyes del mercado ni a la dinámica de los negocios, y que es
cada vez más importante para las instituciones y comunidades: la innovación
social. Esta innovación implica generar ideas y soluciones a problemas sociales
apremiantes, mediante procesos novedosos a través de la diversidad de enfoques
y disciplinas del conocimiento. Por ejemplo, crear valor a través de incentivos
para reducir la contaminación, experimentar con nuevos métodos para el
aprendizaje en las escuelas o bien desarrollar esquemas para incentivar el
ahorro familiar. Aquí la dictadura del profit
pasa a segundo término y la gama de problemas sociales es inagotable
(desafortunadamente).
En su libro “La democratización de la innovación”,
el profesor del MIT, Eric von Hippel, nos plantea que la innovación es para
todos, no solamente para las grandes industrias ni para la comunidad científica:
virtualmente cualquiera puede innovar para contribuir a la solución de un
problema social. Esta perspectiva democratizadora de la innovación debe permear
cada vez más en las universidades mexicanas, para que los estudiantes tengan la
visión de que innovar no solo es desarrollar un negocio rentable, sino contribuir
a la solución de los grandes problemas de la humanidad.
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