El pasado 12 de octubre
la Real Academia de las Ciencias de Suecia otorgó el premio Nobel de Economía al
escocés Angus Deaton, profesor de economía y asuntos internacionales en la
Universidad de Princeton.
Deaton se ha caracterizado por sus análisis sobre el
consumo, la pobreza y el bienestar; es especialista en estudiar cómo se
distribuye el gasto y cómo puede influir en el crecimiento y desarrollo de los
países, bajo la premisa básica de entender lo que hay detrás de las decisiones
individuales de consumo e identificar las principales variables que determinan
la pobreza y sus efectos.
En ese contexto, un estudio realizado por el Deaton
y Daniel Kahneman (Premio Nobel de Economía en 2002) demostró que el dinero sí
puede comprar la felicidad. No obstante, por encima de cierto nivel ya no hay
diferencia significativa en la satisfacción que da la abundancia financiera. En
Estados Unidos de Norteamérica dicho umbral resultó ser de 75 mil dólares al
año, cifra por debajo de la cual los ciudadanos reportaron tener una menor
satisfacción con la vida. Por encima de esa cifra mágica el nivel de felicidad
es independiente a los ingresos.
Deaton y Kahneman no están
seguros de cuál sea la razón, pero especulan que en cierto momento los ingresos
ya no representan mayores oportunidades para desarrollar actividades
placenteras, como pasar tiempo con la familia y disfrutar de buena salud.
Determinar el umbral de ingresos que lleva a la felicidad en México sería una
investigación relevante, sobre todo porque en nuestro país la gente manifiesta
ser feliz independientemente de sus ingresos.
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