En competencia
económica, si una política no le conviene al jugador dominante probablemente
sea buena para el consumidor. El pasado 26 de septiembre, en pleno vuelo
GDL-MEX, el piloto de la aerolínea más grande de México hizo un “anuncio muy
importante”; algunos sudamos frio. No, el anuncio no tenía que ver con una
fuerte turbulencia o el desvío del vuelo. Leyendo un comunicado, nuestro piloto
alertó a los pasajeros sobre los peligros del convenio bilateral en materia de
aviación entre México y Estados Unidos (“Cielos Abiertos”), presentado por la
SCT. Al margen de los contenidos del comunicado, la forma y el medio me
parecieron de pésimo tacto.
Este convenio
permitiría que cualquier aerolínea mexicana o norteamericana realice
vuelos entre ciudades de los dos países (3ª y 4ª libertades) y que un vuelo
entre ambas naciones pueda recoger pasajeros en el país vecino y continuar hacia
un tercer país (5ª libertad). Para el gobierno, esto aumentaría las
opciones del consumidor, reduciendo costos y mejorando el servicio. No
obstante, para los directivos de la aerolínea dominante dicho convenio pone en
riesgo la supervivencia de la industria aérea nacional.
Seguramente la verdad se encuentra en algun lugar entre ambas posiciones
dogmáticas. Empero, y al margen de la propaganda, lo que debemos reconocer son las
asimetrías entre las industrias aereas de ambos países. Mientras que en 2013 México realizó 148 mil vuelos
internacionales, Estados Unidos realizó 902 mil; la flotilla de EUA es de 7 mil
aeronaves comerciales, mientras acá tenemos 350. Si el convenio se ratifica en
el Senado, ¿nuestras aerolineas estarán en condiciones de competir sin el apoyo
del gobierno mexicano?
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