A mi querido Noli
La tesis del Estado fallido tiene como principal candidato
contemporáneo a Venezuela. La caída de los precios del petróleo y la negativa
del gobierno venezolano para cambiar el rumbo económico y político han
provocado el colapso del país. La economía venezolana se contrajo, tan solo en
2015, el 5.7% y se prevé que esto empeore en este año; dos terceras partes de
los productos básicos escasean y la hiperinflación es, según del Fondo
Monetario Internacional, mayor al 700% (se proyecta de 2,200% en 2017). A esto
se suma la que durante el primer trimestre de 2016 el gobierno vendió 16% de las
reservas de oro del país (1,700 millones de dólares) como medida para hacerse
de recursos y enfrentar la crisis.
Si las cosas están mal, cuidado, porque se pueden
poner peor. El presidente Nicolás Maduro ha decretado un Estado de Excepción,
firmado en enero y cuya extensión hasta julio ha sido declarada como
constitucional por el Tribunal Supremo de Justicia. Este decreto lo faculta
para dictar leyes sin necesidad del legislativo y le da poderes especiales para
el control de las fuerzas de seguridad.
El principal aliado del pueblo venezolano es el
tiempo. La caída de Maduro y su régimen militar son inevitables, pero mientas
más tiempo duren en el poder más compleja será la reconstrucción. En estos
momentos es cuando se requieren liderazgos y decisiones de Estado; una tregua
entre élites políticas y económicas para, primeramente, estabilizar y evitar un
hundimiento aún mayor. Después de todo, no es conveniente para ninguna fuerza
política ganar el poder sin un país viable que gobernar.